sábado, 19 de enero de 2008

MARCOS,

Siempre me hiciste sentir que yo era tu favorita. Tu persona especial, la que te dejaba hacerlo todo aunque no quisiera, aunque no me gustara, aunque me diera asco y me doliera.
Tenía no sé…¿cinco años? ¿o quizás alguno más? No soy capaz de recordar nada con demasiada claridad, por eso lo oculté siempre, porque pensé que me lo podía haber inventado o que simplemente me dejaba. Pero se que nunca me gustó. Se que ahora cuando te veo en el portal con esa felicidad cínica del que disfruta abusando de una niña y halagando a su mujer, sólo siento impotencia.
De las pocas cosas que recuerdo, aun me da vergüenza decirlas pero me agarro a ellas para saber que pasó, me gustaría decirte que sí, que me acuerdo de ti encima mío, de que me hacías daño, me acuerdo de los sitios: del trastero, del garaje, de aquel lugar en el parque, de cómo me hacías mentir a los demás porque eso era secreto y no estaba bien. También me acuerdo del día que me enteré de cómo se tienen hijos y que estuve un mes mirando el pis mientras meaba por si me caían espermatozoides… y es que era una niña rubia que ya sabía demasiado de la vida sin saberlo demasiado.
También recuerdo el día de mi primera comunión, de cómo me sentí de mal sabiendo que tenía un pecado y que no se lo podía contar al cura y que me sentí fatal pensando que ese dios del que ahora reniego me iba a castigar de por vida.
Pero sé que si estoy aquí, viva, con ganas y posibilidades de hacer cosas y esta es una de ellas, con la que intentaré cerrar el círculo al escribirte esta carta.
Cuando cumplí 18 años lo conté y nadie me creyó “si tú siempre has sido muy feliz”, “no, a ti eso no te ha pasado”, toda la vida incapaz de tener contacto con alguien, porque me sentía sucia. Después de mi primer beso me lavé la boca, pero lo malo es que después del segundo y del tercero también. Ni te digo el día que me acosté con un chico que me gustaba desde hacía años…pobrecito y con lo bien que se portó conmigo le dejé ahí, tirado en la cama, desnudo, en medio de todo, en medio de nada, porque yo en ese momento me había convertido en la niña rubia con coletas, una princesita a la que tú le habías construido una fortaleza…Nunca me sentí a gusto con un hombre. Nunca. Y no te quiero echar en cara que sea por tu culpa (fíjate, aun te diculpo…) pero ahora que soy feliz creo que podría acercarme un día a tu casa y pedirte explicaciones de por qué lo hiciste. Nunca te gritaría, te miraría fijamente, me pondría a llorar, tendría muchísimo miedo de tu reacción, pero no sé, quizás cualquier día lo haga. No me sirvió el psicólogo, no me sirvió la asociación de mujeres violadas, no me sirvió el abogado (que me dijo que después de tanto tiempo transcurrido iba a ser imposible hacer nada y que era tu palabra contra la mía). Pero me sirve saber que de pequeña se me caía el pelo a puñados y que mi madre quemaba un corcho para pintarme la cabeza, que me hice pis en la cama hasta los trece años y que nunca permití que me tocara nadie hasta muy muy tarde. Que no me gusta ver a un hombre con una niña en brazos, que no me parece algo paternal…
No sé por qué dejaste de hacerlo, pero sé que lo intentaste con más. Es lo que tienen los barrios pequeños o los pueblos, que al final todo se sabe y la que es puta desvirga al San Benito.
Atentamente,

yo.